No ha sido una sino varias las ocasiones en que alguien me ha contado alguna idea o anécdota que le gustaría escribir, seguida de la frase, “pero no soy escritor”. Entiendo a qué se refieren. Están hablando del prejuicio de ensalzar solamente a quienes usan el lenguaje para narrar con maestría, al tiempo que se menosprecia al resto de la palabra escrita.
Aunque no puedo negar que la literatura como arte ha sido la máxima inspiración detrás de mi afán como escritora, también debo admitir que me encanta desafiar el paradigma de que solo algunos cuántos han sido elegidos para la escritura. ¿Te imaginas que toda la historia de la humanidad desde la invención de la escritura, pasando por la invención de la imprenta, el establecimiento de editoriales y librerías, y la democratización de la literatura en la era digital llevaran a esta culminación? “¡Falsa alarma, gente! Al final, la escritura no es para todos, sigue perteneciendo al faraón y sus sacerdotes”…
La buena noticia para cualquiera que tenga la curiosidad de escribir (y no se anime) es que lo más importante para trasmitir un mensaje no son la pericia y complejidad con que se usa el lenguaje, sino la claridad con que se expresa. Vaya, que hasta la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz es deleitable porque sus ideas son contundentes y universales.
Por si necesitas un empujón adicional, te comparto estas 5 razones por las cuales -afirmo- deberías escribir.
1. Escribir reafirma lo que conoces y cómo lo ves
El proceso neurológico de transformar ideas y conocimientos en la palabra escrita nos ayuda a afianzar aquello de lo que estamos hablando, y no solo eso; también amplifica nuestra perspectiva.
Piénsalo de esta forma: cuando escribes ideas o emociones y las relees, es como si te desdoblaras para convertirte en tu propio interlocutor. De pronto, eres la persona que recibe el mensaje y ese proceso te puede llevar a darte cuenta que sabes más de lo que creías sobre un tema, o por el contrario, que te falta profundizar conocimientos. Quizá te lleve a analizar de manera más crítica tu forma de ver el tema y replantearte tu perspectiva, o a darte cuenta de que hace falta dar a entender mejor tu mensaje.
Cualquiera sea el caso, la escritura te ayudará a ser más claro en el orden de tus propias ideas y/o emociones sobre cualquier tema.
2.- Ningún escritor nace antes de haber escrito
Puede que alguien nazca con un gran talento o aptitud para hacer algo. Eso no lo transforma automáticamente en maestro. El arte, cualquiera que sea – la escritura, las artes plásticas, la música, las artes marciales, etc. – requiere de disciplina; de ejercerse, ni más, ni menos.
La escritura requiere de escritores, esto es, de quienes escriban. Si el poeta no escribe poesía, entonces difícilmente se puede hacer llamar poeta. Una persona común que escribe continuamente, solo puede hacerse mejor en ello, hasta que, incluso si cree que no lo es, se haga escritora.
Cualquier escritor o escritora que conozcas y admires, tuvo que dedicar tiempo a la escritura; ensayos y errores; aciertos y desaciertos. Quizás haya nacido con un gran talento, pero si no lo hubiese cultivado, de poco le habría servido. Por otro lado, hay quienes desarrollan el talento a través de los años.
3.- Tu mensaje puede ser de valor a alguien más
A veces, menospreciamos el impacto que nuestras ideas pueden tener en los demás. Quizá recibimos alguna crítica extremadamente dura en la infancia, o solíamos rodearnos de personas que desestimaban nuestras ideas. Tal vez sufrimos síndrome del impostor y creemos que, por considerar que podríamos conocer más sobre un tema (creencia que es siempre cierta, y está bien), no contamos con las credenciales suficientes para hablar sobre algo.
Es un fenómeno curioso. Pero podría apostarte que si tienes la capacidad de la auto-crítica, de partida estás mucho mejor preparado para hablar sobre un tema, que aquellas personas que se sienten en posesión absoluta de algún conocimiento, o que consideran su opinión como incuestionable. Este es, precisamente, el tipo de persona que debería considerarse impostora, ya que siempre habrá algo más que saber sobre un tema, algo qué pulir, perfeccionar y reconsiderar.
No digo que cualquier idea sea digna de escribirse (consideremos que han sido escritas barbaridades que han incitado al odio y la división), pero sin duda cabe hacernos la pregunta: ¿esto que sé/pienso/siento puede ser de utilidad a alguien más? Quizá la respuesta te sorprenda.
4.- Escribir y publicar ayuda a crear y fortalecer comunidades
No tiene que ser por medio de un libro, si la idea te resulta abrumadora de inicio. Puedes empezar con algún blog, o a través de un medio que comparta temas relacionados a tus intereses, como revistas digitales, grupos o boletines. Compartir tus ideas ayudará a conectar con quienes piensen de manera similar o estén interesados en el mismo tema, lo cual generará conversaciones e intercambio de ideas.
Imagina que trabajas en una oficina y conoces sobre algún tema que podría ayudar a un proyecto, pero decides no compartirlo con nadie (por temor a la crítica, inseguridad o el ya mencionado síndrome del impostor). Ahora imagina que otra persona, en un departamento distinto, posee un conocimiento complementario al tuyo, pero se encuentra en la misma posición. Y otra más, que posee alguna habilidad técnica al respecto. Son tres personas que no están compartiendo lo que saben. Ahora visualiza que estas personas escribieran al respecto en el boletín de la empresa. Podría ser el nacimiento de un gran proyecto, si tan solo se animaran a compartir sus ideas con su comunidad.
5.- Para descubrir nuevos horizontes
Cualquier proceso de escritura requiere de algún tipo de investigación; ya sea buscar datos, explorar opiniones, leer a expertos o simplemente hacer introspección. Cualquiera y todos estos caminos abren otros nuevos. Puede que la curiosidad nos mueva a indagar más sobre un tema, o que quienes nos leen amplíen nuestra perspectiva con la suya. Escribir es abrir las puertas que nos llevan a descubrir otras más, y esto la convierte en uno de los procesos más deleitables y valiosos para nuestro crecimiento individual y social.
Ahora, ¿qué piensas tú? ¿Te has planteado alguna de estas cuestiones?
Por mi parte, espero haber encendido alguna chispa de curiosidad que te anime a escribir eso que te ha dado vueltas en la cabeza.
¡Nos leemos en la próxima!
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